Los ojos puestos en el segundo pico más alto del mundo: 8.611 m. Esa es la altitud del K2 en la cordillera del Karakórum, Pakistán. El piloto de Niviuk Ramón Morillas se unió a los pilotos Horacio Llorens y Tom de Dorlodot para intentar sobrevolarlo el pasado julio, y aunque rozaron su sueño con la punta de los dedos, no lo pudieron conseguir. Eso sí, han sido de los primeros en llegar volando en parapente hasta esta famosa montaña y han registrado vuelos históricos por toda la zona.
“Esta ha sido mi sexta expedición a Pakistán. En 2009 fui por primera vez con Tom, volamos por el Glaciar Baltoro y vimos que había posibilidades: La aerografía y las condiciones de vuelo permitían remontar en parapente una montaña de más de 8.000 m”, explica Ramón. “A diferencia del Himalaya, en la zona del Karakórum el viento no es tan fuerte y nos permite volar en verano en condiciones relativamente buenas. ‘Buenas’, teniendo en cuenta que estamos rodeados de glaciares de mucha altitud”, continua. Hay que entender muy bien la meteorología para sobrevolar una zona tan remota con muy pocas opciones de despegue y aterrizaje seguras y conocidas.
En esta ocasión, Ramón usaba un equipo vivac ultraligero formado por la Klimber 2 P talla 21 y la nueva silla Arrow P, aun en desarrollo. “Para mí ha sido un éxito estar ahí y poner a prueba el material de Niviuk. Ya no solo por la altitud y las duras condiciones de vuelo; sino porque los despegues, los aterrizajes y el transporte no se hacen en las mejores circunstancias”. Se trata de una zona muy árida y recubierta de hielo y rocas afiladas. “Ha sido un test ideal para comprobar la calidad tanto de la vela como de la silla. Estoy muy contento con los resultados. Además, es de agradecer el poco peso del equipo cuando tienes que andar largas distancias con todo a cuestas”, detalla Ramón.
“Las condiciones de vuelo para remontar el K2 o el Broad Peak (8.501 m) tienen que ser muy especiales, específicas y muy buenas. La intención del viaje era llegar volando al K2 e intentar sobrevolarlo en 25 días”, detalla Ramón. En el tercer día de expedición y partiendo del campamento de Paju, en la zona noroeste del Glaciar Baltoro, despegaron y fueron directos al K2, al que llegaron de forma majestuosa. “Fue maravilloso, estábamos muy contentos. Los techos no eran muy altos, pero fue un vuelo increíble”, especifica sobre ese vuelo histórico.
“En gran parte del viaje tuvimos unas condiciones bastante buenas y pudimos volar entre 10 y 12 días. Personalmente, no he pasado de los 7.600 m de altitud, pero he podido disfrutar de vuelos magníficos”. Sorprendentemente, casi todos fueron de unos 100 km o más. Volar largas distancias en una zona tan inhóspita y dimensionada es muy complicado. “Estás rodeado de paisajes impresionantes, pero el compromiso con el vuelo y la comunicación debe ser total: te sientes muy pequeño allí fuera”.
“He llegado una vez al K2 y durante días hemos intentado remontarlo por diferentes zonas: por la cara suroeste y la noroeste, pero nos ha sido imposible. También he llegado tres veces al Broad Peak. De hecho, en una ocasión pude aterrizar justo en el campo base del Broad Peak, una experiencia súper auténtica e inolvidable. Hacía mucho tiempo que me moría de ganas de hacerlo. Fue impresionante”, se emociona el piloto. “Como la meteorología no nos acompañaba, volvimos a pie hasta nuestro campamento base: dos días andando 14 horas al día. Fue durísimo, pero me alegro mucho de haberlo hecho y volvería a repetirlo”.
Está claro que la experiencia ha sido extraordinaria, aunque han regresado con sensaciones agridulces. “Llevo 13 años con este proyecto en mente, desde la primera vez que fui allí. Ahora, después de haberlo intentado durante tantos días, nos hemos dado cuenta de que son necesarias condiciones ideales e incluso casuales para poder volar encima del pico del K2. No descarto volver a probarlo en un futuro, sólo el tiempo lo dirá”. Y Ramón se despide dejándolo en el aire.
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